*A Dios nadie lo ha visto jamás*

¡Qué importante es tener esto claro! Nadie podemos afirmar que sabemos exactamente cómo es Dios, porque es siempre misterio y siempre luz. No una luz que deslumbra e invade, sino una pequeña luz tan pequeña que “los suyos no recibieron”.

Esa cálida luz que nos trae un niño pequeño, envuelto en pañales en un establo, que nos susurra cómo es ese Dios al que nadie ha visto y que se ha manifestado en la ternura de un pequeño que nació en los márgenes de la historia.

La misma luz, que para algunos fue una simple estrella y para otros fue una señal que los puso en marcha desde tierras lejanas.

Pienso en los escombros de Ucrania, de Siria, de Yemen, de Israel y Palestina, de Etiopia, de Nicaragua, como pienso en las casas de madera, o en las persianas de una ventana de un hospital, de una prisión, en el dolor de una depresión, o una enfermedad de quien se ama, en todas estas situaciones imagino esas rendijas por donde pasa un poco de luz y así me imagino a Dios entrando en nuestras vidas, con una sonrisa, un abrazo, una lágrima compasiva, una caricia, una palabra.

Ahí frente a ese misterio, nosotros en silencio, como aquellos pastores, como aquellos magos de oriente, o como aquella mujer que ha dado a luz, intentando entender cómo es Dios, cómo transita nuestra historia, cómo nos habita dejando siempre espacio para la libertad.

A Dios nadie lo ha visto jamás: