Jueves Santo. MTA Huelva
Es un día para acoger en silencio el amor derramado en hechos concretos de entrega.
Día del pan y el vino, del lebrillo y la toalla… todo un Dios que se hace alimento y servicio lavando los pies, acogiendo a cada uno como es y aceptando sus diferentes situaciones. Todo un Dios que se hace servidor de la humanidad.
“Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
– «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
Es el Maestro el que nos da ejemplo de entrega, el que nos reúne en su mesa. Es la Eucaristía de la comunidad. El pan sobre el que dijo Jesús “Tomad y comed porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”. Y es el mismo pan que ahora cada uno de nosotros comulgamos en cada misa. Por algo le decimos: “Bendito seas, Señor, por este pan, fruto del trabajo del hombre y que recibimos de tu generosidad”.
Nos gusta esa canción que dice “La Misa no termina en la Iglesia”, porque la misa continúa en la familia, en la comunidad y en la vida. Sólo que en la comunidad el pan somos cada uno de nosotros que también nos hacemos “pan entregado” para que otros coman. Como el pan de la Eucaristía: somos granos, somos harina, somos pan y somos todos comunión sentados a la misma mesa, cada uno entregándose al otro, cada uno alimento del otro y alimentándose del otro.